Que el invierno esta a la vuelta de la esquina es algo que todos sabemos, pese a que existan chicas con short y chicos en tirantes que luchan contra ello.
La llegada del invierno se anuncia de diferentes maneras, todo cambia, según la persona, la estación, la ciudad e incluso según el color de pelo. No fue la gran granizada de ayer, ni toda esa parafernalia de cubrir de capas a la cama. El invierno llega cuando menos te lo esperas, y a mi me llego el viernes por la mañana, sin avisar, de repente y de muy malas maneras.
La llegada del invierno se anuncia de diferentes maneras, todo cambia, según la persona, la estación, la ciudad e incluso según el color de pelo. No fue la gran granizada de ayer, ni toda esa parafernalia de cubrir de capas a la cama. El invierno llega cuando menos te lo esperas, y a mi me llego el viernes por la mañana, sin avisar, de repente y de muy malas maneras.
Había quedado con Jill, AnAmor, Kirah One y la incasable Piraña, la musa del underground murciano, sin lugar a dudas.
Tras cenar pizza -no comprendo muy bien una comida sin verduras- seguimos bebiendo como locos, este hecho es posiblemente no real, pero yo, que con una cerveza voy borracho debido a mi sensibilidad a cualquier tipo de sustancia, desde la CocaCola a las petazetas, creí que todo aquello que bebimos era desorbitado.
Llegado el momento apagamos velas, quitamos la música reggaeton -no entiendo por que nadie tenia uno de esos móviles que suenan incansables por la calle con música horrible- y nos fuimos directos a La General, uno de esos lugares con música electrónica, cervezas, proyecciones de antiguas películas de ciencia-ficción y luces de neón, lo único indispensable que debe tener un buen bar para mi. Bar, cafetería, librería, mi cuarto de baño...
La siguiente parada fue Soho. Soho es mi parada obligada en el mundo punky. No hay luces de neón, venden calimotxo en minis a tres euros y medio y solo conozco una canción que habla sobre una vereda y una puerta de atrás. Pero yo me siento muy agusto en los bares que están en callejones.
La noche termino en Rare, repito, la noche. Rare es, o al menos era, Murcia. Rare como la mejor parada por las tascas murcianas. Mas música electrónica, bebidas a precio medio, baratas en relación a Madrid, caras en relación a Murcia, modernos drogados, modernos no tan drogados que algún día esperan hacerlo y poder ver amanecer en ese bar de 10 metros cuadrados.
Yo seguía borracho y bebiendo. Y, posiblemente, debido a las luces de neón, expandiendo mis redes sociales. La Piraña se había ido a casa tras salir de Soho. Creemos que desde que se ha enamorado no es la misma.
La cuestión es que, tras na retirada global de mis amigos, me fui a dormir a casa de la siempre demasiado fumada Ano, futura cocinera y mi compañera en el ven a cenar conmigo del año 2008 que nunca llego a celebrarse. El piso de Ano es de esos pisos no amueblados, con un sofá y tres mesas sin pintar, donde la marihuana crece libremente y aquí uno entra y sale como quiere.
Pasando, lo que podríamos llamar, un rato entretenido en casa de Ano, me llamaron sexualmente experto –palabras testuales- a lo que yo tuve que hacer balance de mis 21 años, mi supuesto saber hacer a la hora de practicar sexo y mi no conocimiento del amor verdadero. Me acorde de Gala, de cuando se callo al Manzanares y de aquello que dijo, que escribe sobre el amor por que sigue a la espera de encontrarlo.
Así que me fui de allí, pensando en el amor y con una resaca de caballo.
Los cajones de Ano estaban vacíos, ni gelocatil ni aspirina. Nada.
Yo había quedado con la Piraña a las ocho en la puerta de la escuela. Nos encontramos con Amanda la cual venia del gimnasio, hecho que me pareció excesivo en relación a la hora que era. Era once de septiembre y esa fecha siempre esta muy removida. Desayunamos en una de esas pastelerías/confiterías de barrio, la televisión hablaba continuamente de atentados, muertos y homenajes y mi resaca seguía en aumento.
De vuelta a la escuela y yo que me quería morir. Miraba continuamente ese suelo formado por piedras y las ganas de pasar mi cabeza contra el de manera compulsiva iba en aumento.
Que sensación, y yo sin gafas de sol.
La escuela estaba muy como siempre. Con ese horrible color blanco que decidieron poner el año pasado, las chicas de moda pavoneándose por el hall, los de ilustración con sus comics mangas. Todo con ese aire a medio hacer.
Y el suelo, que seguía llamándome.
Y fue en ese momento, yo seguía sin mis gafas de sol que estaban en el coche, en el que me di cuenta de que había llegado el invierno. La sensación de que coño hago aquí otra vez, de soy demasiado viejo para estas cosas y la pregunta por que no me quede viendo una película marcaron el principio de un invierno que se presenta, segun Kirah One, repleto de vibraciones plagadas de movimiento y acción.
Y yo que ni vibro ni me muevo, que sigo sin trabajo, con dos asignaturas con las que no contaba y en Murcia, que por muy hermosa que sea ya me esta sabiendo a mas.
Y si hablamos de invierno, sin lugar a dudas hablamos de Paul Smith. Es, por ahora, la colección.
1 comentario:
llego el invierno y tu con resaca en vez de estar en una terraza desnudo?? =O
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