miércoles, 4 de noviembre de 2009

Puro Amor



Jesús Palacios escribió hace no muchos años un libro que se llama "La fabrica de los sueños". Es evidente que podemos encontrar dentro de el, fotogramas y mas fotogramas de las, según el, ciento diez mejores películas de la historia del cine. O eso dice la contraportada, nunca me lo llegue a leer.

Siempre que mis ojos se posan en ese libro, en su titulo, pienso exactamente lo mismo, ¿es real?, ¿solo en el cine se pueden fabricar sueños y solo sueños es lo que se fabrica allí?.

Es como vivir en un limbo, con los colores de las fachadas de La Habana, coches de los años cincuenta, el espíritu del mayo del 68 y el supuesto despelote de alguna película con titulo francés. Y me vuelvo a preguntar lo mismo, ¿es esto ficción?.



Hace muchos años estuve de intercambio en París, recuerdo que, a diferencia de mis compañeros, la familia que me acogía nunca me sacaba a ver la ciudad. El padre estaba en Barcelona, era arquitecto, la madre era profesora, realmente no tenían mucho tiempo para salir a pasear.

Por esa razón todas las tardes me cogía el metro y me dedicaba a recorrer París. Nadie me vio, y nadie me acompañaba, a mi me gustaba hacerlo así , descubría muchos rincones, miraba las grandes plazas y las interminables avenidas, paseaba por centros comerciales y recorría coloridos jardines. Y a veces, a día de hoy, me pregunto si eso fue real. Pensar en esto. Recorría lugares que no soy capaz de recordar más allá de las sensaciones o pequeños destellos de luz y color que vienen a mis ojos. No sabía donde estaba, me encontraba literalmente perdido, no sabia que me podía esperar. Nadie me acompañaba, nadie me vio pasear, nadie sabía que yo me escapaba de casa por la ventana para irme a ver París.

Y París, creo que llego a conocerme mejor de lo que yo mismo en ese momento me conocí.

Fue uno de esos momentos de cambio sabéis, por eso, no quedan imágenes en el recuerdo, solo sensaciones. Como una exposición de luz sobre el papel fotosensible. La imagen que se queda en el, durante un segundo, cinco, un minuto, diez. El papel se quema, literalmente, arde. La imagen desaparece.

Pero fue real, lo sigue siendo.

Y yo me pregunto ¿es esa la verdadera fabrica de los sueños?



Una película de terror, o un jugador de fútbol que se rompe el brazo ante una cámara de televisión. Los espectadores se retuercen y se asombran, se escandalizan al ver como su brazo da la vuelta sobre si mismo y se queda del revés. Y yo pienso que hemos visto a gente tirarse del piso 200 de un edifico que en llamas se desplomaba sobre un país. Hemos visto imágenes de gente que corría y explotaba ante nuestra santa mirada de inquisición.

Y el mundo se asusta ante una película de terror, se sorprende ante un asesinato múltiple y quita la mirada ante un gato muerto en una carretera comarcal.

Y pienso en esos niños de cuatro años, con armas, que crecen sobre montañas de cadáveres, y me vuelvo a preguntar ¿acaso son los sueños los que nos hacen olvidar el horror de un mundo que nace sin inocencia, pero se empeña en inventarla, en crearla, en dotarnos de ilusión?



Muchos de los recuerdos de las ciudades que visito, ya sea con mayor o menos frecuencia, son inventados, son las imágenes de lo que puede ocurrir. Las sensaciones y sentimientos que esas ciudades dejan en mi, me hacen crear mis propios futuros recuerdos, que se convierten en presentes, que se nutren del pasado.

Y alguien me pregunta, ¿de donde eres?.

Y mi cabeza se llena de retazos de películas, de imágenes de documentales, de un muro cayendo, de una plaza en la que da el sol y la gente lo toma como si de un milagro se tratase, de un rió lleno de gente y de un cielo bordado en color.

Mi cabeza piensa rápidamente, mis ojos arden ante una imagen mal tomada y quemada por un obturador roto y mi boca habla de como pertenezco a Berlín.

Y en este momento más que nunca me pregunto ¿acaso no es esto real? ¿acaso no es esta la verdadera fabrica de sueños a la que no quiero asomarme a través de las paginas de un libro por si descubro que yo no soy yo, que todo es fruto del montaje y que como dijeron muchos antes que yo los sueños sueños son?


5 comentarios:

Viva dijo...

Tú eres un sueño, sin duda. Porque el día que te conocí comenzó otro que, entonces, ni me imaginaba (L)

Pablo Ferrán de la Cierva dijo...

"¿acaso son los sueños los que nos hacen olvidar el horror de un mundo que nace sin inocencia, pero se empeña en inventarla, en crearla, en dotarnos de ilusión?"

En mi opinión, rotundamente sí...

¡ME ENCANTA! ;-)

Justo dijo...

Sánchez Ferlosio escribió hace tiempo un artículo que se llamaba El efecto Toureiffel, en el que reflexionaba sobre la influencia que las imágenes de películas o de TV ejercen sobre nosotros, de manera que al visitar por primera vez una ciudad desconocida, pongamos por caso París, nos da la impresión de que ya hemos estado en ella, produciéndose confusiones entre ensoñación y realidad, y restando también encanto a este primer encuentro..

Tu reflexión está también a medio camino entre la realidad y la ensoñación, me ha gustado mucho...

(El año pasado viví en París, y también me ha quedado un conjunto de sensaciones medio irreales, como si fuera un personaje ajeno a mí el que hubiera estado allí, aunque yo haya tenido acceso superficial a sus impresiones; me he identificado mucho con lo que escribes).

Cohen dijo...

¿En serio París tiene ese efecto? Vaya, igual me replanteo olvidar mi cultura underground y pasearme por allí.

Estaré ausente por mis viajes a la Europa Nórdica y morirme de frío, cosa sana dicen los entendidos.

Nachete dijo...

Me ha encantado. Yo me recuerdo por las ciudades en tercera persona y nunca sé si el recuerdo es cierto o inventado.

En serio, de tus mejores entradas, sino es la mejor.